Y que poco duró aquel momento de plenitud y felicidad, el éxtasis y la euforia eran reflejo de mis ojos y el mundo caminaba conmigo. Cantábamos la misma canción, soñábamos lo mismo, pensábamos igual, hablábamos el mismo idioma. En qué momento se te ocurrió alejarte, tonta idea que hasta hoy duele y es difícil de superar. ¿Por qué cambiaste? Estábamos tan bien, estabas tú tan bien y yo lo irradiaba.
En los ojos se veía el éxito, en la piel la felicidad del mañana, y en la boca el sabor de la alegría de vivir. ¿En qué momento comenzó el miedo a apoderarse de nuestros ojos?, ¿en qué momento comenzó la tristeza a resecar la piel?, ¿en qué momento el sabor amargo invadió mi boca?, ¿volvamos a ser como antes?. Tengo miedo de ser vulnerable, no es fortaleza de nadie y por Dios que se es egoísta cuando se está así. Que no sean en vano los esfuerzos y el tiempo empleado. Que la dicha que sentíamos anticipando la felicidad que vendría no se quede atrás. Ya ni el sueño apaga la amargura de tu cambio, ¿quién sabe qué encontraré si cierro los ojos?. Mejor tenerlos bien abiertos a la espera de tu regreso. Sí, volverás. Seremos como antes y mejor. No te alejes ni me traiciones alma mía, que la noche es fría y me estoy congelando, que tienes suerte de no tener cuerpo, que así suele ser la mente.
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