Todo va bien hasta que en el camino me tropiezo, me desilusiono, me vuelvo a parar, me equivoco, me falta el tiempo, no me esfuerzo lo suficiente, me desvío o simplemente tomo las decisiones que consideré oportunas para mí en ese momento y no las que tenía planificadas hace un tiempo atrás.
Fue un golpe duro, me di cuenta que planifico mi futuro constantemente, pocas veces pienso en el ahora y lo siento, siempre mi mente está concentrada en el porvenir, en cómo haré tal cosa o cómo saldrá, esperando aprobación de los demás frente a mis propias decisiones, preocupada de que todo salga como lo pensé, si me equivoco tambalea todo y si lo logro sigo planificando la vida entera. Pero, ¿quién dijo que habrá un futuro? ¿quién me asegura que viviré para mañana? He pasado cada día de mi vida pensando en el después, en el futuro, en la vejez, en que tengo que planificar bien ahora para vivir mejor más adelante. La cosa es que ahora es cuando estoy respirando, sintiendo, mirando, viviendo. Tengo la idea de que la muerte es cuento de vejez y de enfermedades terminales, pero en verdad muero cada día un poco más, envejezco todos los días y la vida es eso que me está pasando ahora mientras la muerte está también ahí. Creo que simplemente perdí el gusto por vivir el presente lo más que se pueda (porque inconscientemente la voz en la cabeza pareciera seguir planificando por sí sola), debería dedicar más tiempo a lo que me hace sentir bien hoy, a disfrutar cuando sale el sol, a reír más, a mirar el sol entre los árboles, a escuchar mi música favorita, a sentir cada momento y hacerme parte de él.
